Hay libros que no necesitas saber de qué van para leerlos. Cada uno tenemos nuestros autores de referencia, aquellos de los que leemos (casi) todo sin importarnos si es su última novela o un libro de recetas. Todos tenemos nuestro intereses a la hora de elegir el libro. Cuando nos encontramos con los libros de Testimonio nos cuesta leerlos y preferimos quedar fuera del círculo del sufrimiento de cada día. El libro «El hombre que esquivaba los trenes» editado por Paulinas, nos cuentan algunas historias de una humanidad sin morada fija, pero siempre humanidad.
En realidad, estancados tras la degradación de una vida «al margen» y la «poesía de la calle», hecha de pequeños-grandes gestos gratuitos e inesperados, los vagabundos, los marginados, los mendigos que, sentados en la acera tienden una mano, están con frecuencia extraordinariamente cerca de las raíces y del sentido de la vida.
Michele Capitani
El autor Michele Capitani pertenece a la comunidad de Sant’Egidio, donde presta servicio a las personas sin hogar. Es profesor de literatura e imparte también clases de italiano como lengua extranjera. Es autor de publicaciones de diferente tipo y este es su segundo libro de historias sobre la vida en la calle.
El autor afirma que no existen los vagabundos congénitos: uno se convierte en mendigo, no nace siéndolo. Debemos desprenderse de una vez para siempre de los insoportables y vulgares tópicos, según los cuales el que vive en la calle es porque quiere. Suena ridículo también el solo hecho de demostrar la falsedad de este asunto… Quien afirma que el sin-techo lo es porque quiere, crea confusión y proyecta sobre el otro intenciones que no debería haber tenido. Quizá, para limpiar rápidamente tu conciencia o para negar una monstruosidad como la miseria, la explicas como si fuera únicamente consecuencia de una responsabilidad personal.
El hombre que esquivaba los trenes
Este libro habla de los evitados, de los irregulares, de los fugitivos, de los que han caído hasta el fondo. Se empieza hablando de las personas que nos ayudan, porque las personas sin hogar necesitan que su mundo se compenetre con el mundo de la ciudad visible, y así los dos salen ganando: los pobres se hacen un poco más humanos, mientras los que no son pobres… se quedan igual. Y hay muchos que ayudan: el que informa sobre la situación de alguien; cuida de una persona; o se hace cargo de una persona sin decir nada; el que paga una urgencia (una visita médica, un billete); o ofrece alojamiento; el que hace algo, por pequeño que sea, porque lo pequeño acaba por convertirse en algo enorme. Hay por todas partes gente así: gente valiosa y desinteresada a quienes también es necesario mencionar.
Quienes están cada día con sus amigos de la calle muestran un enorme agradecimiento, porque esta actividad es muy hermosa, son misioneros en el kilómetro cero. No son benefactores ni filántropos ni una ONG; prestan un servicio tratando de amar un poco, a veces cansados y agotados como peregrinos, pero sin descorazonarnos porque es un poco como si estuviésemos ya en la meta.
Pero no son santos, hay una infinidad de otras personas que lo son más que ellos, porque no son conscientes de serlo. Son muchas de estas personas sin-hogar, que mantienen encendidas las brasas de la ternura, la amistad, el buen humor, el agradecimiento, el cuidado hacia el otro. Porque también hay poesía en la calle, restos vivos de una humanidad que se resisten a perder.
Destinatarios del libro
Este es un libro que le puede interesar a cualquier persona, desde jóvenes hasta adultos, sean creyentes o no creyentes. Porque es un tema que nos debe afectar e involucrar para intentar darle una solución, pues los hombres y mujeres que se quedan al margen de nuestra vida social, son el resultado de nuestra propia forma vida, del consumismo en que vivimos, de nuestra insolidaridad ante la exclusión que produce la sociedad de la que formamos parte.