FELICES PORQUE SOMOS AMADOS. La alegría de los hijos de Dios escrito por Emiliano Antenucci y publicado Paulinas, Madrid 2019.
El propósito de este libro es hacer más feliz a quien lo lea. Felices porque somos amados: esto nos hace felices a nosotros y hace felices a todas las personas que nos encontramos cada día.
Autores
Emiliano Antenucci es sacerdote de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, y el creador del curso «silencio, habla el Silencio». Trabaja en la pastoral juvenil y sus pasiones son la mística y la espiritualidad; anteriormente fue responsable de la «escuela de oración». Ha pasado largas temporadas en ermitas y monasterios por toda Italia. Ha sido nombrado por el papa Francisco misionero de la Misericordia con ocasión del Año Santo Extraordinario de la Misericordia.
Los cristianos no debemos ser felices por marketing, para hacer publicidad o para vender productos u obtener votos y consenso popular.
La alegría de los hijos de Dios
La felicidad, para los cristianos, no procede de una técnica mental, del corazón o del bienestar del cuerpo: mindfulness, yoga de la risa, psicología positiva, etc.
Uno es feliz si se siente en su interior profundamente amado por Dios, si la fuente, el manantial, el origen de su verdadera felicidad es solo Dios.
La felicidad no consiste en vivir solo momentos, instantes, pequeñas cosas, alegrías imprevistas, sino que es un estado mental y espiritual que proporciona bien-estar al cuerpo y al alma.
La felicidad es nuestra vocación eterna, y somos felices en esta tierra cuando el tiempo está suspendido en un fragmento de eternidad, en un destello de luz, en el Amor infinito de Dios. Pregustamos ya aquí un poco del Cielo, una alegría del Paraíso, una «bocanada de aire» de vida eterna.
FELICES PORQUE SOMOS AMADOS
Lo contrario de la felicidad no es solo la tristeza, sino el tedio. En el tedio nos sentimos vacíos, tristes, apagados.
La felicidad, que nace del corazón y se hace visible en el rostro, reaviva la esperanza que ya está presente en cada uno de nosotros, que hace florecer las flores de nuestra vida, que crece para convertirse en el diseño de Dios y desbloquea el corazón paralizado por el endurecimiento (esclerocardia).
Si no somos felices, no vivimos nuestra naturaleza divina, que es aquello para lo que hemos sido creados.
La tristeza es un acto de egoísmo, un pecado «ontológico», el hacer girar la vida sobre nosotros mismos para no ver la belleza de la vida y el dolor de los demás en el mundo.
Quien está triste se cierra, desconfía, se lamenta continuamente, está abatido.
La felicidad es la fiesta de la vida, fecundidad del corazón que ama hasta «enloquecer» de alegría. La felicidad es sentirse constantemente amados por Dios: esta es una percepción real del corazón y del alma.
Somos amados, esto nos hace alegres y nos hace superar todas las tempestades y las críticas.
Somos amados, esta es la fuerza que nos hace avanzar hacia adelante. Amados por Dios, este es el verdadero secreto para vivir y comenzar aquí el paraíso.
Todos debemos ser buscadores de felicidad. Creo que la felicidad es desear aquello que somos y aquello que tenemos. No son las cosas, las «situaciones» imaginarias las que nos hacen felices, sino que en la realidad encontramos a Dios que nos sorprende siempre.
La vida está hecha de pequeñas cosas, y son estas precisamente las que nos hacen felices.