«La vida comunitaria» de Angelo Spicuglia

Los miembros de una comunidad fraterna moldean su vida en un ambiente de fe, que les lleva a practicar un estilo de vida caracterizado por el compromiso entre los hermanos. Y es con la gracia que Dios les regala y con la respuesta generosa de las personas que la integran como esta va creciendo.

Angelo Spicuglia, un abogado italiano de Siracusa, nos descubre su experiencia vital comunitaria.

Él ha querido compartir con los demás todo lo que este tiempo vivido (su primera llamada a este modelo de vida ha cumplido ya treinta años) ha supuesto para su persona.

“El ABC de la vida comunitaria” puede servir de guía a los que sienten curiosidad por este modo de vivir en la Iglesia, para que conozcan con más detalle cómo se desarrollan los lazos de unión en una fraternidad de hermanos; y además, puede ser una buena oportunidad para revisar y renovar los compromisos de comunión para aquellos que ya pertenecen a una de estas comunidades.

“La comunión fraterna es en sí, una poderosa señal de evangelización-quizá la más esencial- y, por tanto, ya es en sí misma apostolado, testimonio que no deja de asombrar y de abrir los corazones a Cristo”, nos dice el autor. 

Y para mostrarnos esta riqueza de la vida en común, nos describe cuáles han de ser los pilares en los que se deben asentar las relaciones comunitarias.

“El ABC de la vida comunitaria” de Angelo Spicuglia nos identifica los tres ingredientes esenciales en esta receta: atención, bendición y compartir.

  • Atención, porque hay que volver la mirada hacia Dios, y hacerse permeables a su amor; y así, encontrar el valor de la fe y el sentido de la vida, y poder volver así la mirada hacia los hermanos, de tal modo que esa atención nos conduce a la búsqueda de su bienestar.

Se trata de descubrir la presencia de Dios en la realidad que nos rodea, aunque también es necesaria la mirada a nuestro interior para aspirar a tener una vida en armonía con nosotros mismos, con los hermanos y con Dios.

  • Bendición, porque los miembros de la comunidad deben estar unidos por lazos de estima mutua y de confianza, teniendo como tarea “hacer visible la belleza de ser cristiano y mantener vivo el sentido de gratitud del hombre hacia Dios”.

Esa estima mutua conduce a querer ser felices juntos, ya que la alegría hay que compartirla. Todo esto nos lleva a desear el bien del otro en todo momento.

  • Compartir, porque como San Pablo nos explica los miembros del cuerpo no pueden vivir separados. Por eso, unidos por obra del Espíritu Santo, se comparte la vida y se comparten los bienes materiales.

A través de esta obra, Angelo Spicuglia transmite la alegría y la ilusión que pueden nacer de vivir juntos en una comunidad fraterna, a la que corresponde seguir anunciando que la Palabra de Dios sigue viva.

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