Llamados a la belleza: Una pedagogía vocacional de Amedeo Cencini

Cuando, hace unos cincuenta años, el gran teólogo que fue Hans Urs von Balthasar hizo de la belleza un poco el punto de referencia de su teología, la cosa pareció muy innovadora y hasta sonó un poco extraña para alguno, hasta el punto de preguntarse si era lícita y pertinente la conexión teología-belleza.

Hoy ya se celebran incluso Congresos nacionales sobre el tema de la belleza. Cosa que no es solo… bella, muy bella, sino también un reto, a distintos niveles.

El título del libro, Llamados a la belleza, parece casi una invitación no dirigida indiscriminadamente a todos, sino solo a algunas personas, a aquellos llamados que se han sentido «tocados por la belleza». Tan tocados como para querer ofrecer a otros la misma posibilidad, como un contagio estético.

Y es también muy bello, que muchos respondan cada vez más a esta invitación, convencidos de poder hacer una experiencia de belleza. El libro es una reflexión singular, sobre la relación entre la Belleza en sí y los caminos por los que hay que buscarla. Reflexión que, aunque no lo parezca, es típicamente vocacional.

La llamada que viene de Dios ‒Belleza Absoluta‒, ¿no es acaso una invitación a reproducir esa Belleza infinita en la medida, pequeña y limitada, de la vida de cada uno de los llamados?

Y la animación vocacional, por consiguiente, ¿no es un itinerario de belleza, de su búsqueda, de educación para percibir los signos de sintonía estética con el Sumo Esteta? Y la elección vocacional, ¿no es en última instancia la decisión de conformar la propia vida a la Belleza Suprema, reproduciendo de algún modo alguno de sus fragmentos?

Cada animador vocacional, por lo tanto, debería ser un creyente profundamente «tocado por la Belleza», y no solo por la Belleza divina que atrae hacia sí misma y fascina, como punto de llegada, sino también por la belleza del camino de búsqueda de la misma, de sus etapas, y hasta de su fatiga… Porque es bello buscar y bienaventurado es el que se pone a la búsqueda del Señor.

Amedeo Cencini, el autor de estas páginas, que cree poder mostrar estos recorridos a otros, debería ser una persona… verdaderamente bella, que sabe hablar de la belleza porque es bella su vida, como un místico o un contemplativo, un esteta o un artista. Pero él no es ninguno de estos personajes, no es su… vocación.

Pero, en todo caso, no puede auto-dispensarse de confrontarse con el tema de la belleza, interrogándose sobre si su vida expresa belleza, si lo que dice y escribe remite de algún modo a esa «Belleza tan antigua y tan nueva» que fascinó a Agustín o, por lo menos, conseguir crear nostalgia de ella. Como debería saber hacer cada creyente.

Si de verdad fuese así, si todo creyente se sintiese llamado a expandir belleza a su alrededor, en la vida de cada día y en cualquier relación, en sus palabras y en sus gestos, en el trabajo y en el descanso…, este mundo sería más bello y también la Iglesia.

Es más, si la Iglesia necesita salvación, podríamos tal vez parafrasear y aplicarle también a ella las famosas palabras de Dostoievski, para decir que «la belleza salvará a la Iglesia».

El libro intenta profundizar en el tema que subdividiéndolo en tres partes. En la primera reflexiona sobre el significado de la belleza entendida, más que en sí misma, como camino, via pulchritudinis, justamente, que conduce o debería conducir en una determinada dirección.

A continuación, en la segunda, afronta la cuestión más pedagógica, pero todavía general, de la pedagogía de la belleza.

Y finalmente, en la tercera, de la pedagogía específicamente vocacional de la belleza.

Autor

Llamados a la Belleza de Amedeo Cencini

Amedeo Cencini es sacerdote canosiano, licenciado en Ciencias de la Educación de la Universidad Salesiana y doctor en Psicología de la Universidad Gregoriana. También es profesor de Pastoral vocacional en la Universidad Salesiana, y consultor de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

En Paulinas ha publicado bastantes libros, entre los que podemos destacar: Me fío… luego decido, Liberar la esperanza, No cuentan los números, La Confirmación como itinerario vocacional…

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