Los besos no dados es un libro escrito por Ermes Ronchi y publicado por Paulinas de España. Es un libro sobre la amistad: amistad espiritual y corporal, avalada por muchos monjes y monjas poetas que no han tenido miedo a manifestar su amor no solo espiritual sino también humano. No se trata de sofocar sino de transformar las pasiones; no en congelar, sino liberar los deseos para desear a Dios; solamente quien ama la vida es sensible a la llamada del Evangelio. «He venido para que tengan vida y vida en abundancia».
Bernardo de Claraval, Francisco de Asís y Teresa de Jesús, entre otros, tienen mucho que decir sobre el amor humano, de ellos brota una plenitud de vida, la belleza de un corazón grande, donde humanidad y santidad coinciden.
Los textos más bellos y los ejemplos más emocionantes de amistades florecidas en el interior nos las ofrece Bernardo de Claraval, y son sobre todo la carta dirigida a su amiga Ermengarda, carta llena de expresiones íntimas. La carta no tiene más finalidad que hacer saber, revelar todo el afecto, hablar de cuanto se ha sentido y de cómo se ha expresado la amistad, cuidarla y cultivarla. El amor no puede nunca permanecer como es, necesita crecer. El amor debe estar siempre en camino, en vuelo, en combate.
Bernardo es un teólogo, un reformador, pero eso no le impide ser un hombre, y un hombre de corazón. Su madurez se revela por la capacidad de vivir su necesidad de amar y de ser amado, sin negarlo, sabiendo a quién quiere amar y por quién quiere ser amado, sabiendo cómo hacerlo, aclarando el propio modo de amar.
FRANCISCO DE ASÍS
Al contrario de lo que podría pensarse, no es Clara la verdadera amiga de Francisco de Asís. La que él desea junto así, a la que manda llamar cuando siente cercano el final de su vida, la amiga que a menudo la ha acogido en su casa, para la cual fue suprimida la clausura es Jacoba dei Settesoli; a ella le dirige la última carta el santo, pidiéndole entre otras cosas: «Te ruego además que me traigas aquellas cosas de comer, de las cuales tú me solías dar cuando estaba enfermo en Roma».
Francisco sabe que va a morir y quiere que la hermana muerte lo encuentre bien vivo; convoca entonces en torno a su lecho, junto a los hermanos, también a la amiga. Convoca a la amistad, fuente de vida, llama a las cosas y a las personas que le han dado más alegría y sentido. En esta breve lista está la humanísima y dulce Jacoba.
Y cuando hubo comido y se hubo confortado mucho, esta señora Jacoba se arrodilló a los pies de san Francisco, y tomó aquellos santísimos pies marcados y signados y ornados con las llagas de Cristo y con tan gran exceso de devoción los besaba y mojaba con lágrimas, que a los frailes que estaban entorno les parecía ver propiamente a la Magdalena a los pies de Jesucristo, y de ningún modo podían separarla.
Y la casa se llenó de perfume ¿Para qué sirve en la historia un poco de perfume? ¿O los bizcochos de Jacoba? ¿Qué cambian en la historia del mundo los cabellos de María de Betania embriagados de nardo? ¿Y las lágrimas de Jacoba sobre los pies de Francisco?
Santidad e humanidad coinciden. Los santos son la propuesta de nuevas posibilidades de la humanidad.
TERESA DE AVILA
Desde el punto de vista afectivo Teresa vivió, de hecho, una relación intensa y cautivadora con muchos amigos, entre los cuales destaca el padre Jerónimo Gracián, pero Teresa tuvo muchos otros amigos.
En una carta a las hermanas, Teresa se refiere a este tipo de amigos y expresa, como en una Regla de vida no escrita, la sabiduría de la vida con quien guía los monasterios a una polifonía de afectos.
Oh Dios mío, ¡concédeme también a mí ser así amada por muchos!
Hermanas, si encontráis alguno que sea animado por este amor, ruego a la priora que haga lo posible por procuraros tratar con él; y entonces amadlo cuanto queráis.
Me diréis que no es necesario y que os basta tener como amigo a Dios.
Pero yo os respondo que un medio excelente para gozar a Dios es precisamente la amistad con sus amigos.
Sé, por experiencia, que se saca siempre un gran provecho.
Si yo no me encuentro en el infierno, después que a Dios lo debo a los amigos de que hablo, a cuyas oraciones tuve siempre cuidado de encomendarme.
A la objeción de las monjas, que ella misma ha preparado y avalado con una de sus más celebres afirmaciones: «Solo Dios basta», Teresa ahora responde que amigo es, sí, un nombre de Dios, pero que Dios no basta, no como amigo. Dios basta como fin, no como medio; basta como cantus firmus, melodía de fondo, pero exaltado por el libre contrapunto de la amistad. En efecto, si Dios es amor, se le encuentra solo amando, no por medio de fórmulas (Hermana María).
Nada nos hace más felices que sentir que significamos algo para los otros, para su corazón. Y no cuenta el número de aquellos para los cuales somos importantes, sino la intensidad.
Los besos no dados
Las amigas de Bernardo y de Francisco demuestran que es posible el encuentro verdadero, disponible y confiado, sin pagar el tributo del acto sexual. Que virginidad significa llegar a ser capaces de encontrar el absoluto de cada uno, como resultado no de un autocontrol, sino de un deseo reorientado: dos brazos dispuestos a acoger, pero nunca a retener para sí.
Los hombres tienen miedo de las mujeres. Es un miedo que viene de lejos, tan lejos como su vida. Es un miedo sentido desde el primer día, y no es solo miedo del cuerpo, del rostro y del corazón de la mujer, sino también miedo de la vida y miedo de Dios.
No hay dos amores, uno para el aquí y otro para el allá. El amor a la vida y el amor a Dios son dos facetas de la misma experiencia. Dios no es una vía de escape de la vida, sino un lugar de levadura, de germinación: está en el corazón de la vida.
No existe amistad entre hombre y mujer sin una atracción inicial, sin una forma de eros primigenio y redimido. El gran trabajo del corazón consiste en purificar la emoción de toda pasión recién nacida.
Es la escuela del corazón: la certeza de haber sido amado un día, aunque sea una sola vez, de un modo desinteresado, salva de la frialdad del sinsentido, protege en sí mismo la verdad de la vida.
Isabel García fsp
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