AL AMANECER UNAS BRASAS Y UN PAN

AL AMANECER UNAS BRASAS Y UN PAN. La necesidad de recuperar la esperanza (Juan 21) escrito por Francisco Cerro Chaves y publicado por Paulinas, Madrid 2009. Páginas 96.

En el pasaje de san Juan 21, que se comenta en este libro, es Jesús mismo quien nos espera en la orilla del mar de Tiberíades (en la orilla de nuestra vida) para animarnos, para devolvernos la confianza, para alentar nuestros ánimos decaídos.

Autor

Francisco Cerro Chaves nació el 18 de octubre de 1957 en Malpartida de Cáceres. Fue ordenado sacerdote el 12 de julio de 1981 en Toledo. Se licenció y doctoró en Teología Espiritual en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. También es doctorado en Teología de la Vida Consagrada por la Universidad Pontificia de Salamanca. El 2 de septiembre de 2007 fue ordenado Obispo de Coria-Cáceres. Y ahora es arzobispo de Toledo, primado de España, desde el 29 de febrero de 2020. Anteriormente fue Delegado Diocesano de Pastoral Juvenil de Valladolid y director del Centro de Espiritualidad de esta ciudad. Ha escrito unos ochenta libros de espiritualidad, de los cuales se han editado varios en Editorial Paulinas.

Al amanecer unas brasas y un panAl amanecer unas brasa y un pan

Al autor siempre le ha impresionado este texto de Juan 21. He contemplado muchas veces el mar de Tiberíades. En sus múltiples peregrinaciones a Tierra Santa, el lago Tiberíades siempre ha tenido para él tres palabras clave: un amanecer, unas brasas y el pan.

En el fondo ha sido la experiencia de su propia vida, donde el Señor, al amanecer y viniendo hacia él, ha curado todas sus heridas. Es donde ha descubierto, al arrojarse al mar de su propia realidad, que le estaba esperando y lo primero que ha contemplado ha sido unas brasas y un pan.

Se acordaba, como Pedro, de otras brasas, de otras noches de traición y, por otra parte, del pan de la Eucaristía, del pan de la acogida. El Señor, que le invitaba a comer y que saciaba toda su hambre y su sed de Amor. Tiberíades es el lugar teológico para sanar todas las heridas del corazón que deja la vida. Es un lugar al que tenemos que volver. Él está allí, esperando cada amanecer, cada día, con unas brasas encendidas, capaz de calentar nuestro frío corazón para darnos “el pan de vida”, pues “el que come de este pan vivirá para siempre” (Jn 6,35.58)

Recuperar la esperanza

Tiberíades es un lugar teológico, el sitio para los que arrastran toda su vida un cadáver en el corazón, porque están convencidos de que no han sido fieles al proyecto de Amor que el Señor tiene para cada uno de nosotros.

Es no creer de verdad en su misericordia. Es no saber qué sentido tienen todas las dificultades de la vida, por qué el Señor permitió aquel pecado, igual que a Pedro le hizo descubrir en su noche oscura unas brasas, un fuego que le recordaban el pecado de haber jurado que no trataba ni conocía a Jesús.

En el fondo Pedro dijo la verdad: “Yo no conozco a ese hombre”. Pero, ¿Quién conoce a ese hombre? ¿Quién conoce a Jesús y a su Corazón abierto? ¿Quién cree en su amor incondicional cuando seguimos dudando de su acogida en el redil de su corazón? Es verdad que todo Tiberíades nos sana plenamente.

Hay que ver amanecer. Hay que contemplar unas brasas cuando empieza a clarear, las brasas de su corazón ardiente y de su infinita ternura. Tenemos que descubrir a Cristo, cuando nos dice: “venid y comed”, con la alegría de que su amor no ha cambiado, que aunque yo en la práctica no haya creído en Él por mi pasado, Él sí cree en mí y me quiere con locura.

Verdaderamente siempre nos espera, nunca ha estado lejos de nosotros y sanará con su presencia todas nuestras dudas y perplejidades.

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