¿No era necesario que Cristo sufriera y así entrara en su Gloria?

En el Evangelio de san Lucas, Jesús Resucitado explica a los dos discípulos que van camino de Emaús, que Cristo debería sufrir y al tercer día resucitar de entre los muertos; o como ya lo había dicho antes en este mismo capítulo: “¿No era necesario que Cristo sufriera y así entrara en su Gloria?”.

¿No era necesario que Cristo sufriera…?

El mensaje del Evangelio es una crónica detallada sobre la ley de la cruz, que es una locura y un escándalo, incomprensible en sí misma y aceptable solo a la luz de la fe. El mensaje de Cristo y las demandas que nos hace, quedarían vacías si el mismo Cristo no tomara sobre sí la profundidad del sufrimiento humano.

Después de todo, los primeros lectores del Evangelio de Lucas sufrían la persecución, e incluso algunos estaban preparados para morir por su fe. Para ellos, y mucho más para los que hoy lo siguen.

Las huellas de nuestros pasos, a lo largo de los caminos de nuestras vidas, van siempre acompañadas por los pasos de Jesús. Los corazones ardieron y las lágrimas desaparecieron cuando el Señor Resucitado entró en las vidas de sus seguidores. La oración nos ayuda a que su Palabra entre hasta lo más profundo de nuestros corazones, eliminando nuestros egoísmos y temores y dejándonos solo con la llama del amor.

Aplicación práctica del Evangelio

Los decepcionados discípulos le preguntan al caminante que los acompaña, si Él es el único que no sabe «lo que ha pasado allí estos días». De hecho, Él es el único que lo sabe verdaderamente. Pero, como buen consejero que es, les deja expresar sus sentimientos y relatar sus historias. En la oración también me invita a hacer lo mismo.

Los discípulos estaban muy «cerrados en sí mismo «, eran incapaces de ver lo que había sucedido a la luz de los acontecimientos que habían vivido. Jesús está presente en su Palabra, acompañándome en cada experiencia de mi vida, dando sentido a lo que sucede. ¿Lo busco realmente? ¿Puedo reconocerlo al partir del pan y en mi vida diaria?

Sus corazones ardientes eran el signo y la medida de su Presencia. ¿Busco ese signo en mis actos y en mi vida, para saber si Él está conmigo?

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Sopa de letras Lc24, 13-35

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